Lección 10 Para el 9 de marzo de 2024

Lecciones del pasado

Lecciones del pasado

Sábado 2 de marzo

Lee para el estudio de esta semana:
Salmos 78; 105; Gálatas 3:29; Salmos 106; 80; Números 6:22-27; Salmo 135.

Para memorizar:
“Lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron. No las ocultaremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su fortaleza y las maravillas que hizo” (Sal. 78:3, 4).

En numerosos salmos, la alabanza adopta la dinámica de narrar los poderosos actos de salvación del Señor. Estos salmos suelen llamarse “salmos de la historia de la salvación”, o “salmos históricos”. Algunos apelan al pueblo de Dios, al pedirle que aprenda de su historia; en particular, de sus errores y de los de sus antepasados. Ciertos salmos históricos contienen una nota predominante de himnos que destacan los maravillosos hechos de Dios en el pasado en favor de su pueblo y que fortalecen su confianza en el Señor, quien es capaz y fiel para librarlos de sus dificultades presentes.

El atractivo especial de los salmos históricos es que nos ayudan a ver nuestra vida como parte de la historia del pueblo de Dios y a reclamar ese pasado como propio. Como hemos sido adoptados en la familia del pueblo histórico de Dios por medio de Cristo (Rom. 8:15; 9:24-26; Gál. 4:6, 7), la herencia histórica del antiguo pueblo de Israel es, de hecho, el relato de nuestra ascendencia espiritual. Por lo tanto, podemos y debemos aprender de su pasado, que también es el nuestro.

El objetivo final es comprender que cada generación del pueblo de Dios desempeña un papel pequeño pero significativo en el gran despliegue histórico de los propósitos soberanos de Dios en el Gran Conflicto.


Sábado 2 de marzo

Lección 10 - Lecciones del pasado

Un estudio de la historia de los hijos de Israel nos ayudará a aprender lecciones que nos evitarán repetir los errores que mancillaron su registro. El Señor libró maravillosamente a ese pueblo de la esclavitud a que lo había sometido un rey opresor, y él mismo se hizo cargo de su vasto ejército. Los guio mediante una columna de nube de día, y una columna de nube de noche; y esa nube envolvía su propia presencia. Les proporcionó alimento en el desierto y comieron pan de ángeles…

Poco después que Israel hubo levantado su campamento en el Sinaí, Moisés recibió la invitación de ascender la montaña para encontrarse con Dios. Subió solo la inclinada y áspera ladera y se acercó a la nube que señalaba la presencia de Jehová. Israel debía entrar ahora en una relación íntima y peculiar con el Altísimo. Debía ponerse como nación bajo el gobierno especial de Dios (Cada día con Dios, p. 235).
 

Debiéramos meditar en las Escrituras, pensando seria y sinceramente en las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La infinita misericordia, el amor de Jesús y el sacrificio hecho por nosotros, exigen una seria y solemne reflexión. Debiéramos espaciarnos en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Debiéramos procurar comprender el significado del plan de salvación y meditar en la misión de Aquel que vino para salvar a su pueblo de sus pecados.

Nuestra fe y amor se fortalecerán mediante la contemplación de los temas celestiales. Nuestras oraciones serán más aceptables a Dios porque estarán más mezcladas con fe y amor. Serán más inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza más constante en Jesús, y tendremos una experiencia diaria y viva de la voluntad y el poder de Cristo para salvar a todos los que acuden a Dios mediante él (Mente carácter y personalidad, t. 2, p. 762).
 

En los anales de la historia humana, el desarrollo de las naciones, el nacimiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas de los hombres; y en cierta medida los acontecimientos se dirían determinados por el poder, la ambición y los caprichos de ellos. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y encima, detrás y a través de todo el juego y contrajuego de los humanos intereses, poder y pasiones, contemplamos a los agentes del que es todo misericordioso, que cumplen silenciosa y pacientemente los designios y la voluntad de él.

En palabras de incomparable belleza y ternura, el apóstol Pablo presentó a los sabios de Atenas el propósito que Dios había tenido en la creación y distribución de las razas y naciones. Declaró el apóstol: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, … de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de ellos; para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen”. Hechos 17:24-27 (Profetas y reyes, p. 366).

Domingo 3 de marzo

La imbatible fidelidad del Señor

Lee Salmo 78. ¿Qué tres épocas históricas clave se destacan en este salmo? ¿Qué lecciones recurrentes extrae Asaf de cada período?

* ¡Tus notas no se guardarán!

Las reseñas del pasado de Israel ponen de relieve la fidelidad de Dios y la infidelidad de Israel. También deben enseñar a las generaciones venideras a no repetir los errores de sus antepasados, sino a confiar en Dios y permanecer fieles a su alianza. El salmista utiliza la historia como una parábola (Sal. 78:2), lo que significa que el pueblo debe meditar profundamente en el mensaje del salmo y buscar su significado por sí mismo. Salmo 78:2 es una descripción profética del método de Jesús de enseñar en parábolas (Mat. 13:34, 35).

Este salmo también considera la época del Éxodo (Sal. 78:9-54), el establecimiento en Canaán (Sal. 78:55-64) y la época de David (Sal. 78:65-72). Muestra las gloriosas hazañas del Señor y las consecuencias de la ruptura del pacto con Dios por parte del pueblo. La historia de Israel relata muchas formas de deslealtad del pueblo hacia Dios, especialmente su idolatría (Sal. 78:58).

Sin embargo, el salmista subraya la raíz de la infidelidad de Israel: olvidó lo que Dios había hecho por él, no confió en Dios, puso a Dios a prueba (Sal. 78:18, 41, 56) y se rebeló contra él; y no guardó su Ley, su Pacto ni sus testimonios (Sal. 78:10, 37, 56). Al subrayar estas formas concretas de deslealtad, el salmista da a entender que el rechazo de Israel en la historia se ha debido a un pecado esencial: la falta de confianza del pueblo en el Señor (Sal. 78:7, 8).

Al leer el salmo, nos sobrecogemos ante la constante obstinación y ceguera espiritual del pueblo, en contraste con la paciencia y la gracia ilimitadas del Señor. ¿Cómo es posible que cada nueva generación fuera tan lenta en aprender?

Antes de juzgar excesivamente a las generaciones pasadas, deberíamos pensar en nosotros mismos. ¿No somos también nosotros olvidadizos de las maravillas pasadas de Dios y negligentes con sus exigencias pactadas? El salmo no anima a la gente a confiar en sus propias obras. Al contrario, Salmo 78 muestra la futilidad de la voluntad humana, a menos que esté cimentada en el reconocimiento constante de la fidelidad de Dios y en la aceptación de su gracia. Las batallas infructuosas del pueblo de Dios (Sal. 78:9, 62-64) esclarecen la lección del salmo de que los esfuerzos humanos sin fidelidad a Dios están condenados al fracaso.

¿Qué lecciones has aprendido, o deberías haber aprendido, de tus errores pasados?


Domingo 3 de marzo

La imbatible fidelidad del Señor

La Palabra de Dios debiera ser nuestra consejera, y debiera guiarnos en nuestra experiencia. Las lecciones de la historia del Antiguo Testamento, si se las estudia con fidelidad, nos mostrarán cómo se puede lograr esto. Cristo, envuelto en una columna de nube de día y en una columna de fuego de noche, era el Guía y la Luz de los hijos de Israel mientras peregrinaban por el desierto. Tenían un Guía infalible.

Mediante todas sus vicisitudes, Dios estaba enseñándoles a obedecer a su Guía celestial, y a que tuvieran fe en su poder libertador. Su liberación de las aflicciones de Egipto, y su paso a través del Mar Rojo, les manifestaron su poder para salvar. Cuando se revelaban contra él y desobedecían su voluntad, Dios los castigaba. Cuando persistían en su rebelión y se decidían a seguir su propio camino, Dios les daba lo que pedían, y de esa manera les mostraba que cuando los privaba de algo era para su propio bien. Todo juicio que les sobrevino como resultado de sus murmuraciones era una lección para esa vasta multitud que el pesar y el sufrimiento son siempre el resultado de la transgresión de las leyes de Dios (Cada día con Dios, p. 252).
 

Dice el salmista: “Pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? He aquí ha herido la peña, y corrieron aguas, y arroyos salieron ondeando: ¿podrá también dar pan? ¿aparejará carne a su pueblo? Por tanto oyó Jehová, e indignóse”. Salmo 78:18-21. Las murmuraciones y las asonadas habían sido frecuentes durante el trayecto del mar Rojo al Sinaí, pero porque se compadecía de su ignorancia y su ceguedad Dios no castigó el pecado de ellos con sus juicios. Pero desde entonces se les había revelado en Horeb. Habían recibido mucha luz, pues habían visto la majestad, el poder y la misericordia de Dios; y por su incredulidad y descontento incurrieron en gran culpabilidad. Además, habían pactado aceptar a Jehová como su rey y obedecer su autoridad. Sus murmuraciones eran ahora rebelión, y como tal habían de recibir pronto y señalado castigo, si se quería preservar a Israel de la anarquía y la ruina. “Enardecióse su furor, y encendióse en ellos fuego de Jehová y consumió el un cabo del campo”. Véase Números 11. Los más culpables de los quejosos quedaron muertos, fulminados por el rayo de la nube (Historia de los patriarcas y profetas, p. 397).
 

Las repetidas murmuraciones de los israelitas, y las manifestaciones de la ira de Dios por causa de sus transgresiones, aparecen registradas en la historia sagrada en beneficio del pueblo de Dios que habría de vivir después sobre la tierra, pero muy especialmente para que constituyeran una advertencia para los que vivieran cerca del fin del tiempo. Incluso sus actos de devoción, la energía y la generosidad manifestada al traer sus ofrendas voluntarias a Moisés aparecen registrados en beneficio del pueblo del Señor. Su ejemplo al preparar con tanta alegría los materiales para el tabernáculo son un ejemplo para todos los que verdaderamente aman y adoran al Altísimo (La historia de la redención, pp. 155, 156).

Lunes 4 de marzo

Recordar la historia y alabar a Dios

Lee Salmo 105. ¿Qué acontecimientos históricos y sus lecciones se destacan en este salmo?

Salmo 105 recuerda acontecimientos clave que configuraron la relación de pacto entre el Señor y el pueblo de Israel. Se centra en el pacto de Dios con Abraham de darles la Tierra Prometida a él y a sus descendientes, y en cómo esta promesa, confirmada a Isaac y Jacob, se cumplió providencialmente por medio de José, Moisés y Aarón, y en el momento de la conquista de Canaán. El salmo da esperanza al pueblo de Dios de todas las generaciones, porque las maravillosas obras de Dios en el pasado garantizan el amor inmutable de Dios por su pueblo de todos los tiempos (Sal. 105:1-5, 7, 8).

Salmo 105 se asemeja a Salmo 78 (ver la lección de ayer) al destacar la fidelidad de Dios hacia su pueblo en la historia, y lo hace para glorificar a Dios e inspirar fidelidad. Sin embargo, a diferencia de Salmo 78, Salmo 105 no menciona los errores pasados del pueblo. Este salmo tiene un propósito diferente.

En Salmo 105, la historia se narra por medio de la vida de los patriarcas más grandes de Israel, mostrando la conducción providencial de Dios y la paciente constancia de los patriarcas ante las dificultades. La perseverancia de los patriarcas y su lealtad a Dios fueron ricamente recompensadas. Por consiguiente, Salmo 105 invita a imitar la fe de los patriarcas y a esperar con confianza la liberación de Dios a su tiempo.

Salmo 105 posee ciertas características de himno (Sal. 105:1-7) que muestran que, para alabar verdaderamente a Dios, el pueblo de Dios necesita conocer los hechos de su historia. La historia brinda tanto la validación de nuestra fe como innumerables razones para alabar a Dios.

Habla a los adoradores como descendientes de Abraham e hijos de Jacob (Sal. 105:6), y por ende los considera el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham de hacer de él una gran nación (Gén. 15:3-6). El salmista subraya la continuidad entre los patriarcas y las generaciones posteriores del pueblo de Dios. El salmista enfatiza que “en toda la tierra están sus juicios” (Sal. 105:7; énfasis añadido), con lo que amonesta a los adoradores a que no olviden que “nuestro Dios” es también el Señor soberano de todo el mundo y que su misericordia se extiende a todos los pueblos (Sal. 96:1; 97:1). Evidentemente, es un llamado a la fidelidad para cada generación de creyentes.

¿Cómo deberíamos vernos nosotros, como adventistas, en esta enumeración de personas, desde Abraham en adelante? (Ver Gál. 3:29). ¿Qué lecciones debemos aprender de esta historia?


Lunes 4 de marzo

Recordar la historia y alabar a Dios

La historia del Antiguo Testamento se registró en beneficio de las generaciones venideras. También son muy necesarias las lecciones del Nuevo Testamento. Aquí de nuevo Cristo es el Instructor, que conduce a su pueblo para que busque esa sabiduría que viene de lo alto, y para que obtenga esa instrucción acerca de la justicia que modelará el carácter de acuerdo con la semejanza divina. Las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, nos enseñan los principios en que se basan tanto la obediencia a los mandamientos como los requisitos para obtener esa vida que se equipara con la de Dios, porque por medio de la obediencia llegamos a participar de la naturaleza divina, y aprendemos a huir de la corrupción que encontramos en el mundo debido a la concupiscencia. Por lo tanto, debemos estudiar sus máximas y obedecer sus mandamientos y principios, que son más preciosos que el oro, para incorporarlos a nuestro diario vivir (Cada día con Dios, p. 252).
 

El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia. ¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hijos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para conservarlos, a fin de que cuando los niños preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer “a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones”. Hebreos 10:32. El Señor ha obrado como un Dios realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta generación… “Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle por sus obras admirables” (Conflicto y valor, p. 364).
 

Hombres, mujeres y jóvenes, Dios requiere de vosotros que poseáis valor moral, firmeza de propósito, fortaleza y perseverancia, mentes que no admitan los asertos ajenos, sino que investiguen por su cuenta antes de aceptarlos o rechazarlos, y escuchen y pesen las evidencias, y las lleven al Señor en oración. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada”. Santiago 1:5. Ahora bien, se impone la condición: “Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra. No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor”. vers. 6, 7. Esta petición de sabiduría no debe ser una oración sin sentido, que se olvide tan pronto como se haya terminado. Es una oración que expresa el enérgico y ferviente deseo inspirado al corazón por un consciente anhelo de poseer sabiduría para discernir la voluntad de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 119).

Martes 5 de marzo

Recordar la historia y arrepentirse

Lee Salmo 106. ¿Qué acontecimientos históricos y sus lecciones se destacan en este salmo?

Salmo 106 evoca también los principales acontecimientos de la historia de Israel, como el Éxodo, el peregrinaje en el desierto y la vida en Canaán. Recalca los atroces pecados de los padres que culminaron en el exilio de la nueva generación. De esta manera, es casi seguro que el salmo se haya escrito cuando la nación estaba en Babilonia, o después de haber ocurrido la repatriación, y el salmista, inspirado por el Espíritu Santo, relató para el pueblo de Dios estos incidentes históricos y las lecciones que el pueblo debería haber aprendido de ellos.

También este salmo, como los demás, apunta a la fidelidad divina a su Pacto de gracia, pacto por el que salvó a su pueblo en el pasado (Sal. 106:45). Expresa la esperanza de que Dios volverá a mostrar su favor al pueblo arrepentido y lo reunirá de entre las naciones (Sal. 106:47). La súplica por la liberación presente no es una ilusión, sino una oración de fe cimentada en la seguridad de las liberaciones pasadas de Dios (Sal. 106:1-3) y en el carácter inquebrantable de la fidelidad de Dios a su pacto con su pueblo.

Recordar los fracasos históricos de Israel en Salmo 106 es parte integral de la confesión de los pecados por parte del pueblo y del reconocimiento de que no son mejores que sus antepasados. La generación actual admite que es aún peor que sus antepasados, porque conoció las consecuencias de las iniquidades de las generaciones pasadas y la manera en que Dios ejerció su gran paciencia y su gracia al salvarlos, a pesar de que en el pasado habían andado deliberadamente por malos caminos. Si esto era así para ellos, piensa cuánto más para nosotros hoy, que tenemos la revelación del carácter de Dios y su gracia salvífica revelados en Jesús y en la Cruz.

Lo bueno de Salmo 106 es que el amor inquebrantable de Dios siempre prevalece por sobre los pecados del pueblo (Sal. 106:8-10, 30, 43-46). El papel clave de Moisés y Finees en alejar la ira de Dios señala a la importancia de la intercesión de Cristo en favor de los creyentes. Solo la experiencia personal de la gracia de Dios puede transformar una historia pasada en nuestra historia.

Salmo 106:13 dice: “Pero pronto olvidaron sus obras y no esperaron en su consejo”. ¿Por qué a nosotros también nos resulta tan fácil olvidar y no esperar, en nuestra vida?


Martes 5 de marzo

Recordar la historia y arrepentirse

Invito a todos los que profesan ser hijos de Dios a considerar la historia de los israelitas tal como está registrada en los Salmos 105, 106 y 107. Al estudiar detenidamente estas Escrituras, podremos apreciar más cabalmente la bondad, la misericordia y el amor de Dios…

¿Por qué el antiguo Israel se olvidó tan fácilmente de las intervenciones de Dios? El pueblo no retuvo en su memoria sus grandes y poderosas obras y sus palabras de advertencia. De haber recordado sus formidables intervenciones en su favor, no hubiese sido necesario que recibieran la siguiente reprensión…

Pero los hijos de Israel se olvidaron de Dios, al cual pertenecían por creación y redención. Después de ver sus obras maravillosas, lo tentaron (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 114, 124, 125).
 

¿No podemos nosotros, que vivimos en el tiempo del fin, darnos cuenta de la importancia de las palabras del apóstol: “Mirad, ¡hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo!” Hebreos 3:12

Sobre nosotros brilla la luz acumulada de los siglos pasados. El registro del olvido de Israel ha sido preservado para nuestra instrucción. En este siglo Dios se ha propuesto reunir un pueblo para sí de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas. Dentro del movimiento adventista, él ha obrado en favor de su heredad, así como obró por los israelitas al sacarlos de Egipto. En el gran chasco de 1844 la fe de su pueblo fue probada así como la de los hebreos al llegar al Mar Rojo. Si en los días tempranos los adventistas hubieran mantenido su fe en la Mano guiadora que los había acompañado en su experiencia pasada, habrían visto la salvación del Señor. Si todos los que habían trabajado solidariamente en la obra de 1844 hubiesen aceptado y proclamado el mensaje del tercer ángel bajo el poder del Espíritu Santo, el Señor habría hecho grandes cosas mediante sus esfuerzos. Una gran luz hubiera alumbrado el mundo. Hace años que los habitantes del mundo habrían sido amonestados, la obra final terminada, y Cristo venido para rescatar a su pueblo (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 126, 127).
 

La confesión no es aceptable para Dios si no va acompañada por un arrepentimiento sincero y una reforma. Debe haber cambios decididos en la vida; todo lo que ofenda a Dios debe dejarse. Tal será el resultado de una verdadera tristeza por el pecado. Se nos presenta claramente lo que tenemos que hacer de nuestra parte: “¡Lavaos, limpiaos; apartad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad lo justo; socorred al oprimido; mantened el derecho del huérfano, defended la causa de la viuda!” Isaías 1:16, 17 (El camino a Cristo, p. 39).

Miércoles 6 de marzo

La parábola de la viña del Señor

Lee Salmo 80. ¿Cómo se describe al pueblo de Dios en este salmo, y qué gran esperanza invoca?

Se describe a Israel como una viña que Dios arrancó de Egipto, la tierra de la opresión, y la transportó a la Tierra Prometida de la abundancia. La imagen de una viña comunica la elección de Israel por parte de Dios y su cuidado providencial (ver también Gén. 49:11, 12, 22; Deut. 7:7-11).

Sin embargo, en Salmo 80, la viña de Dios está bajo su ira (Sal. 80:12). Los profetas anuncian la destrucción de la viña como señal del juicio de Dios, porque la vid se ha vuelto mala (Isa. 5:1-7; Jer. 2:21).

No obstante, Salmo 80 no reflexiona sobre las razones del juicio divino. Dadas las profundidades de la gracia de Dios, el salmista se muestra perplejo porque Dios oculta su presencia de su pueblo durante un tiempo tan prolongado. La tensión entre la ira y el juicio de Dios, por un lado, y la gracia y el perdón de Dios, por el otro, hace que el salmista tema que la ira divina prevalezca y consuma por completo al pueblo (Sal. 80:16).

Lee Números 6:22 al 27. ¿Cómo se utiliza esta bendición en Salmo 80?

El estribillo del salmo evoca la promesa de Aarón acerca de la bendición perpetua de Dios para su pueblo (Núm. 6:22-27) y destaca la esperanza de que la gracia de Dios triunfará sobre las causas de la miseria del pueblo: “Dios, ¡restáuranos! ¡Haz resplandecer tu rostro y seremos salvos!” (Sal. 80:3; ver también Sal. 80:7, 19).

La palabra hebrea para “restaurar” proviene de una palabra común que significa “volver”, y se utiliza una y otra vez en la Biblia cuando Dios llama a su pueblo, que se ha alejado, a volver a él. Está estrechamente vinculada a la idea de arrepentimiento, de alejarse del pecado y volver a Dios. “Y les daré un corazón para que conozcan que yo soy el Señor. Y serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo su corazón” (Jer. 24:7).

¿Experimentaste personalmente el arrepentimiento como un regreso a Dios?


Miércoles 6 de marzo

La parábola de la viña del Señor

Los judíos habían considerado siempre la vid como la más noble de las plantas, y una figura de todo lo poderoso, excelente y fructífero. Israel había sido representado como una vid que Dios había plantado en la tierra prometida. Los judíos fundaban su esperanza de salvación en el hecho de estar relacionados con Israel. Pero Jesús dice: Yo soy la Vid verdadera. No penséis que por estar relacionados con Israel podéis llegar a participar de la vida de Dios y heredar su promesa. Por mí solamente se recibe la vida espiritual…

En las colinas de Palestina, nuestro Padre celestial había plantado su buena Vid, y él mismo era el que la cultivaba. Muchos eran atraídos por la hermosura de esta Vid, y declaraban su origen celestial. Pero para los dirigentes de Israel parecía como una raíz en tierra seca. Tomaron la planta, la maltrataron y pisotearon bajo sus profanos pies. Querían destruirla para siempre. Pero el celestial Viñador no la perdió nunca de vista. Después que los hombres pensaron que la habían matado, la tomó y la volvió a plantar al otro lado de la muralla. Ya no se vería el tronco. Quedaría oculto de los rudos asaltos de los hombres. Pero los sarmientos de la Vid colgaban por encima de la muralla. Habían de representarla. Por su medio, se podrían unir todavía injertos a la Vid. De ella se ha ido obteniendo fruto. Ha habido una cosecha que los transeúntes han arrancado (El Deseado de todas las gentes, p. 629).
 

Jesucristo se entregó a sí mismo como sacrificio complete en favor de cada hija o hijo caído de Adán. ¡Oh, cuánta humillación soportó! Como descendió, paso tras paso, cada vez mas bajo en la senda de la humillación. Sin embargo, ¡nunca degradó su alma con una mancha sucia de pecado! Todo esto lo sufrió a fin de elevaros, limpiaros, refinaros y ennobleceros, y colocaros como coherederos con él en su trono. ¿Cómo aseguraréis vuestro llamamiento y elección? ¿Cuál es el camino a la salvación? Cristo dice: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”. Por muy pecador, por muy culpable que seáis, sois llamados, sois elegidos. “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Nadie será obligado a venir a Jesucristo contra su voluntad. La Majestad del cielo, el Hijo unigénito del Dios vivo y verdadero, abrió el camino para que vengáis a él, dando su vida como sacrificio en la cruz del Calvario… La sangre de Jesús es un pasaporte infalible, por el que todas vuestras peticiones pueden llegar al trono de Dios (Fundamentals of Christian Education, pp. 251, 252).

Jueves 7 de marzo

La supremacía del Señor en la historia

Lee Salmo 135. ¿Qué acontecimientos históricos se destacan en este salmo? ¿Qué lecciones extrae de ellos el salmista?

Salmo 135 convoca al pueblo de Dios a alabar al Señor por su bondad y su fidelidad demostradas en la Creación (Sal. 135:6, 7), en la historia de la salvación de Israel en la época del Éxodo (Sal. 135:8, 9) y en la conquista de la Tierra Prometida (Sal. 135:10-12).

El Señor demostró su gracia al elegir al pueblo de Israel como su tesoro especial (Sal. 135:4, NTV). El término “tesoro especial” se refiere a la peculiar relación de pacto entre el Señor y su pueblo (Deut. 7:6-11; 1 Ped. 2:9, 10). La elección de Israel se basó en la voluntad soberana del Señor y, por lo tanto, Israel no tiene motivos para sentirse superior a los demás pueblos. Salmo 135:6 y 7 demuestra que los propósitos soberanos del Señor para el mundo no comenzaron con Israel, sino con la Creación. Por lo tanto, Israel debe cumplir humildemente el papel que le ha sido asignado en los propósitos salvíficos de Dios para el mundo entero.

El relato de los grandes hechos de Dios en favor de su pueblo (Sal. 135:8-13) culmina con la promesa de que Dios lo “vindicará” y tendrá compasión de él (Sal. 135:14). Se refiere aquí a la vindicación por parte de Dios de los oprimidos y los desposeídos (Sal. 9:4; 7:8; 54:1; Dan. 7:22). La promesa es que el Señor sostendrá la causa de su pueblo y lo defenderá (Deut. 32:36). Así, Salmo 135 busca inspirar al pueblo de Dios para que confíe en el Señor y permanezca fiel al pacto con él.

La fidelidad del Señor para con su pueblo lleva al salmista a afirmar la insignificancia de los ídolos y la supremacía única del Señor en el mundo (Sal. 135:15- 18). La dependencia de los ídolos hace que sus adoradores sean tan desesperanzados e impotentes como aquellos (Sal. 135:18). El salmo demuestra que Dios debe ser alabado como Creador y Salvador de su pueblo. Esto se transmite de manera maravillosa en las dos versiones complementarias del cuarto Mandamiento del Decálogo (Éxo. 20:8-11; Deut. 5:12-15). Dado que el poder de Dios en la Creación y en la historia no tiene parangón en el mundo, el pueblo de Dios debe confiar siempre en él y adorarlo únicamente a él. Como nuestro Creador y Redentor, solo a él debemos adorar. En consecuencia, adorar cualquier otra cosa, o a cualquier otra persona, es idolatría.

¿Cómo podemos asegurarnos de no tener “ídolos” en nuestra vida? ¿Por qué la idolatría es más fácil de lo que pensamos?


Jueves 7 de marzo

La supremacía del Señor en la historia

De una raza de esclavos, los israelitas fueron ascendidos sobre todos los pueblos, para ser el tesoro peculiar del Rey de reyes. Dios los separó del mundo, para confiarles una responsabilidad sagrada. Los hizo depositarios de su ley, y era su propósito preservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo por medio de ellos. En esa forma la luz del cielo había de alumbrar a todo un mundo que estaba envuelto en tinieblas, y se oiría una voz que invitaría a todos los pueblos a dejar su idolatría y servir al Dios viviente. Si eran fieles a su responsabilidad, los israelitas llegarían a ser una potencia en el mundo. Dios sería su defensa y los elevaría sobre todas las otras naciones. Su luz y su verdad serían reveladas por medio de ellos, y se destacarían bajo su santa y sabia soberanía como un ejemplo de la superioridad de su culto sobre toda forma de idolatría (Historia de los patriarcas y profetas, p. 324).
 

Por sus pecados fueron los israelitas separados de Dios; su fuerza les fué quitada y no pudieron ya prevalecer contra sus enemigos. Así fueron sometidos a las mismas naciones que ellos pudieron haber subyugado con la ayuda de Dios.

“Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto”, “y llevólos por el desierto, como un rebaño… Y enojáronlo con sus altos, y provocáronlo a celo con sus esculturas… Dejó por tanto el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres; y dio en cautividad su fortaleza, y su gloria en manos del enemigo”. Jueces 2:12; Salmo 78:52, 58, 60, 61.

No obstante, Dios no abandonó por completo a su pueblo. Siempre hubo un remanente que permanecía fiel a Jehová; y de vez en cuando el Señor suscitaba hombres fieles y valientes para que destruyeran la idolatría y libraran a los israelitas de sus enemigos. Pero cuando el libertador moría, y el pueblo quedaba libre de su autoridad, volvía gradualmente a sus ídolos. Y así esa historia de apostasía y castigo, de confesión y liberación, se repitió una y otra vez (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 587, 588).
 

La causa de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros planes y afectos. Se necesita presentar un mensaje directo concerniente a la complacencia del yo mientras la causa de Dios carece de recursos. Algunos están tan fríos y apartados que no comprenden que están fijando sus afectos sobre tesoros terrenales que pronto serán barridos para siempre. El amor al mundo los está trabando como un grueso vestido; y a menos que cambien su proceder, nunca sabrán cuán preciosa es la práctica de la abnegación por amor a Cristo. Todos nuestros ídolos, nuestro amor al mundo, deben ser expulsados del corazón…

Ojalá que se levantaran de su letargo espiritual y se familiarizaran con Dios. El mundo está cerrando sus ojos para que no vean a Aquel que es invisible. Son incapaces de discernir las cosas más preciosas que son de interés eterno, pero ven la verdad de Dios en una luz tan débil que llega a parecerles de poquísimo valor. La partícula más ínfima relacionada con sus intereses temporales asume proporciones gigantescas, mientras los asuntos concernientes a la eternidad escapan a su noticia (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 232, 233).

Viernes 8 de marzo

Para estudiar y meditar: Read Acts 7 and Hebrews 11. What does the New Testament say is the ultimate goal of God’s sovereign leading of His people in history?
 

Lee Hechos 7 y Hebreos 11. Según el Nuevo Testamento, ¿cuál es el objetivo final de la soberana conducción de Dios sobre su pueblo en la historia?

Los salmos históricos son un poderoso testimonio de la fidelidad de Dios hacia su pueblo. Cada acontecimiento de la historia del pueblo de Dios era un paso providencial hacia el cumplimiento final de la promesa divina del Salvador del mundo en la persona de Jesús de Nazaret. Incluso las pruebas, que a menudo dejaban perplejo al pueblo de Dios y lo hacían pensar que Dios lo había abandonado, estaban bajo el control soberano de Dios y formaban parte de su providencia, porque Dios es el Señor supremo de la historia. El salmista presenta hábilmente la verdad de que ni siquiera la deslealtad del pueblo puede impedir que Dios conserve la fe en él y cumpla sus promesas. Sin embargo, las personas y los grupos impenitentes fueron excluidos de las bendiciones del Pacto, y su infame final sirve como advertencia duradera de cómo la vida sin Dios, u opuesta a Dios, destruye a las personas.

Los salmos animan a los hijos de Dios de todas las épocas a esperar en el Señor y a permanecer fieles a él. “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (Elena de White, Notas biográficas de Elena G. de White, p. 193).

Para que el pueblo de Dios pueda avanzar sin temor, necesita conocer los hechos de su historia. Elena de White aconseja a los creyentes que lean Salmos 105 y 106 “por lo menos una vez por semana” (Testimonios para los ministros, p. 114).

La historia del pueblo de Dios demuestra que ninguna promesa que Dios haya hecho en su Palabra quedará sin cumplirse. Esto incluye tanto las promesas divinas de protección individual en la actualidad como las promesas futuras acerca de la segunda venida de Cristo, que establecerá el Reino de Dios de justicia y paz en la Tierra Nueva.

Preguntas para dialogar:

  1. ¿Cuáles son las bendiciones de recordar la fiel conducción de Dios hacia su pueblo en la historia? ¿Cuáles son las consecuencias de olvidar o ignorar las lecciones del pasado? ¿Cómo podemos aplicar ese mismo principio a nosotros, como iglesia llamada a cumplir la misma misión que el antiguo Israel?

  2. ¿Cómo nos animan los salmos a reconocer el cuidado providencial de Dios en nuestra vida y a ejercitar la paciencia y la confianza en los caminos soberanos de Dios, incluso cuando no es fácil entender por qué las cosas suceden como suceden?

  3. ¿Cómo podemos hacer que el estudio de la historia del pueblo de Dios ocupe un lugar más destacado en nuestros cultos personales y comunitarios? ¿Cómo podemos ser más intencionales a la hora de contarles a nuestros hijos la historia más reciente del pueblo de Dios?


Viernes 8 de marzo

Para estudiar y meditar

En los lugares celestiales, 14 de septiembre, “Jesús nuestro abogado”, p. 266;

El ministerio de curación, “La personalidad de Dios revelada en Cristo”, pp. 326, 327.