Lecciones del pasado
Un estudio de la historia de los hijos de Israel nos ayudará a aprender lecciones que nos evitarán repetir los errores que mancillaron su registro. El Señor libró maravillosamente a ese pueblo de la esclavitud a que lo había sometido un rey opresor, y él mismo se hizo cargo de su vasto ejército. Los guio mediante una columna de nube de día, y una columna de nube de noche; y esa nube envolvía su propia presencia. Les proporcionó alimento en el desierto y comieron pan de ángeles…
Poco después que Israel hubo levantado su campamento en el Sinaí, Moisés recibió la invitación de ascender la montaña para encontrarse con Dios. Subió solo la inclinada y áspera ladera y se acercó a la nube que señalaba la presencia de Jehová. Israel debía entrar ahora en una relación íntima y peculiar con el Altísimo. Debía ponerse como nación bajo el gobierno especial de Dios
(Cada día con Dios, p. 235).
Debiéramos meditar en las Escrituras, pensando seria y sinceramente en las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La infinita misericordia, el amor de Jesús y el sacrificio hecho por nosotros, exigen una seria y solemne reflexión. Debiéramos espaciarnos en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Debiéramos procurar comprender el significado del plan de salvación y meditar en la misión de Aquel que vino para salvar a su pueblo de sus pecados.
Nuestra fe y amor se fortalecerán mediante la contemplación de los temas celestiales. Nuestras oraciones serán más aceptables a Dios porque estarán más mezcladas con fe y amor. Serán más inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza más constante en Jesús, y tendremos una experiencia diaria y viva de la voluntad y el poder de Cristo para salvar a todos los que acuden a Dios mediante él
(Mente carácter y personalidad, t. 2, p. 762).
En los anales de la historia humana, el desarrollo de las naciones, el nacimiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas de los hombres; y en cierta medida los acontecimientos se dirían determinados por el poder, la ambición y los caprichos de ellos. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y encima, detrás y a través de todo el juego y contrajuego de los humanos intereses, poder y pasiones, contemplamos a los agentes del que es todo misericordioso, que cumplen silenciosa y pacientemente los designios y la voluntad de él.
En palabras de incomparable belleza y ternura, el apóstol Pablo presentó a los sabios de Atenas el propósito que Dios había tenido en la creación y distribución de las razas y naciones. Declaró el apóstol: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, … de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de ellos; para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen”. Hechos 17:24-27 (Profetas y reyes, p. 366).
Domingo 3 de marzo
La Palabra de Dios debiera ser nuestra consejera, y debiera guiarnos en nuestra experiencia. Las lecciones de la historia del Antiguo Testamento, si se las estudia con fidelidad, nos mostrarán cómo se puede lograr esto. Cristo, envuelto en una columna de nube de día y en una columna de fuego de noche, era el Guía y la Luz de los hijos de Israel mientras peregrinaban por el desierto. Tenían un Guía infalible.
Mediante todas sus vicisitudes, Dios estaba enseñándoles a obedecer a su Guía celestial, y a que tuvieran fe en su poder libertador. Su liberación de las aflicciones de Egipto, y su paso a través del Mar Rojo, les manifestaron su poder para salvar. Cuando se revelaban contra él y desobedecían su voluntad, Dios los castigaba. Cuando persistían en su rebelión y se decidían a seguir su propio camino, Dios les daba lo que pedían, y de esa manera les mostraba que cuando los privaba de algo era para su propio bien. Todo juicio que les sobrevino como resultado de sus murmuraciones era una lección para esa vasta multitud que el pesar y el sufrimiento son siempre el resultado de la transgresión de las leyes de Dios
(Cada día con Dios, p. 252).
Dice el salmista: “Pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? He aquí ha herido la peña, y corrieron aguas, y arroyos salieron ondeando: ¿podrá también dar pan? ¿aparejará carne a su pueblo? Por tanto oyó Jehová, e indignóse”. Salmo 78:18-21. Las murmuraciones y las asonadas habían sido frecuentes durante el trayecto del mar Rojo al Sinaí, pero porque se compadecía de su ignorancia y su ceguedad Dios no castigó el pecado de ellos con sus juicios. Pero desde entonces se les había revelado en Horeb. Habían recibido mucha luz, pues habían visto la majestad, el poder y la misericordia de Dios; y por su incredulidad y descontento incurrieron en gran culpabilidad. Además, habían pactado aceptar a Jehová como su rey y obedecer su autoridad. Sus murmuraciones eran ahora rebelión, y como tal habían de recibir pronto y señalado castigo, si se quería preservar a Israel de la anarquía y la ruina. “Enardecióse su furor, y encendióse en ellos fuego de Jehová y consumió el un cabo del campo”. Véase Números 11. Los más culpables de los quejosos quedaron muertos, fulminados por el rayo de la nube
(Historia de los patriarcas y profetas, p. 397).
Las repetidas murmuraciones de los israelitas, y las manifestaciones de la ira de Dios por causa de sus transgresiones, aparecen registradas en la historia sagrada en beneficio del pueblo de Dios que habría de vivir después sobre la tierra, pero muy especialmente para que constituyeran una advertencia para los que vivieran cerca del fin del tiempo. Incluso sus actos de devoción, la energía y la generosidad manifestada al traer sus ofrendas voluntarias a Moisés aparecen registrados en beneficio del pueblo del Señor. Su ejemplo al preparar con tanta alegría los materiales para el tabernáculo son un ejemplo para todos los que verdaderamente aman y adoran al Altísimo (La historia de la redención, pp. 155, 156).
Lunes 4 de marzo
La historia del Antiguo Testamento se registró en beneficio de las generaciones venideras. También son muy necesarias las lecciones del Nuevo Testamento. Aquí de nuevo Cristo es el Instructor, que conduce a su pueblo para que busque esa sabiduría que viene de lo alto, y para que obtenga esa instrucción acerca de la justicia que modelará el carácter de acuerdo con la semejanza divina. Las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, nos enseñan los principios en que se basan tanto la obediencia a los mandamientos como los requisitos para obtener esa vida que se equipara con la de Dios, porque por medio de la obediencia llegamos a participar de la naturaleza divina, y aprendemos a huir de la corrupción que encontramos en el mundo debido a la concupiscencia. Por lo tanto, debemos estudiar sus máximas y obedecer sus mandamientos y principios, que son más preciosos que el oro, para incorporarlos a nuestro diario vivir
(Cada día con Dios, p. 252).
El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia. ¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hijos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para conservarlos, a fin de que cuando los niños preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer “a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones”. Hebreos 10:32. El Señor ha obrado como un Dios realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta generación… “Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle por sus obras admirables”
(Conflicto y valor, p. 364).
Hombres, mujeres y jóvenes, Dios requiere de vosotros que poseáis valor moral, firmeza de propósito, fortaleza y perseverancia, mentes que no admitan los asertos ajenos, sino que investiguen por su cuenta antes de aceptarlos o rechazarlos, y escuchen y pesen las evidencias, y las lleven al Señor en oración. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada”. Santiago 1:5. Ahora bien, se impone la condición: “Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra. No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor”. vers. 6, 7. Esta petición de sabiduría no debe ser una oración sin sentido, que se olvide tan pronto como se haya terminado. Es una oración que expresa el enérgico y ferviente deseo inspirado al corazón por un consciente anhelo de poseer sabiduría para discernir la voluntad de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 119).
Martes 5 de marzo
Invito a todos los que profesan ser hijos de Dios a considerar la historia de los israelitas tal como está registrada en los Salmos 105, 106 y 107. Al estudiar detenidamente estas Escrituras, podremos apreciar más cabalmente la bondad, la misericordia y el amor de Dios…
¿Por qué el antiguo Israel se olvidó tan fácilmente de las intervenciones de Dios? El pueblo no retuvo en su memoria sus grandes y poderosas obras y sus palabras de advertencia. De haber recordado sus formidables intervenciones en su favor, no hubiese sido necesario que recibieran la siguiente reprensión…
Pero los hijos de Israel se olvidaron de Dios, al cual pertenecían por creación y redención. Después de ver sus obras maravillosas, lo tentaron
(Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 114, 124, 125).
¿No podemos nosotros, que vivimos en el tiempo del fin, darnos cuenta de la importancia de las palabras del apóstol: “Mirad, ¡hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo!” Hebreos 3:12
Sobre nosotros brilla la luz acumulada de los siglos pasados. El registro del olvido de Israel ha sido preservado para nuestra instrucción. En este siglo Dios se ha propuesto reunir un pueblo para sí de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas. Dentro del movimiento adventista, él ha obrado en favor de su heredad, así como obró por los israelitas al sacarlos de Egipto. En el gran chasco de 1844 la fe de su pueblo fue probada así como la de los hebreos al llegar al Mar Rojo. Si en los días tempranos los adventistas hubieran mantenido su fe en la Mano guiadora que los había acompañado en su experiencia pasada, habrían visto la salvación del Señor. Si todos los que habían trabajado solidariamente en la obra de 1844 hubiesen aceptado y proclamado el mensaje del tercer ángel bajo el poder del Espíritu Santo, el Señor habría hecho grandes cosas mediante sus esfuerzos. Una gran luz hubiera alumbrado el mundo. Hace años que los habitantes del mundo habrían sido amonestados, la obra final terminada, y Cristo venido para rescatar a su pueblo
(Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 126, 127).
La confesión no es aceptable para Dios si no va acompañada por un arrepentimiento sincero y una reforma. Debe haber cambios decididos en la vida; todo lo que ofenda a Dios debe dejarse. Tal será el resultado de una verdadera tristeza por el pecado. Se nos presenta claramente lo que tenemos que hacer de nuestra parte: “¡Lavaos, limpiaos; apartad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad lo justo; socorred al oprimido; mantened el derecho del huérfano, defended la causa de la viuda!” Isaías 1:16, 17 (El camino a Cristo, p. 39).
Miércoles 6 de marzo
Los judíos habían considerado siempre la vid como la más noble de las plantas, y una figura de todo lo poderoso, excelente y fructífero. Israel había sido representado como una vid que Dios había plantado en la tierra prometida. Los judíos fundaban su esperanza de salvación en el hecho de estar relacionados con Israel. Pero Jesús dice: Yo soy la Vid verdadera. No penséis que por estar relacionados con Israel podéis llegar a participar de la vida de Dios y heredar su promesa. Por mí solamente se recibe la vida espiritual…
En las colinas de Palestina, nuestro Padre celestial había plantado su buena Vid, y él mismo era el que la cultivaba. Muchos eran atraídos por la hermosura de esta Vid, y declaraban su origen celestial. Pero para los dirigentes de Israel parecía como una raíz en tierra seca. Tomaron la planta, la maltrataron y pisotearon bajo sus profanos pies. Querían destruirla para siempre. Pero el celestial Viñador no la perdió nunca de vista. Después que los hombres pensaron que la habían matado, la tomó y la volvió a plantar al otro lado de la muralla. Ya no se vería el tronco. Quedaría oculto de los rudos asaltos de los hombres. Pero los sarmientos de la Vid colgaban por encima de la muralla. Habían de representarla. Por su medio, se podrían unir todavía injertos a la Vid. De ella se ha ido obteniendo fruto. Ha habido una cosecha que los transeúntes han arrancado
(El Deseado de todas las gentes, p. 629).
Jesucristo se entregó a sí mismo como sacrificio complete en favor de cada hija o hijo caído de Adán. ¡Oh, cuánta humillación soportó! Como descendió, paso tras paso, cada vez mas bajo en la senda de la humillación. Sin embargo, ¡nunca degradó su alma con una mancha sucia de pecado! Todo esto lo sufrió a fin de elevaros, limpiaros, refinaros y ennobleceros, y colocaros como coherederos con él en su trono. ¿Cómo aseguraréis vuestro llamamiento y elección? ¿Cuál es el camino a la salvación? Cristo dice: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”. Por muy pecador, por muy culpable que seáis, sois llamados, sois elegidos. “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Nadie será obligado a venir a Jesucristo contra su voluntad. La Majestad del cielo, el Hijo unigénito del Dios vivo y verdadero, abrió el camino para que vengáis a él, dando su vida como sacrificio en la cruz del Calvario… La sangre de Jesús es un pasaporte infalible, por el que todas vuestras peticiones pueden llegar al trono de Dios (Fundamentals of Christian Education, pp. 251, 252).
Jueves 7 de marzo
De una raza de esclavos, los israelitas fueron ascendidos sobre todos los pueblos, para ser el tesoro peculiar del Rey de reyes. Dios los separó del mundo, para confiarles una responsabilidad sagrada. Los hizo depositarios de su ley, y era su propósito preservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo por medio de ellos. En esa forma la luz del cielo había de alumbrar a todo un mundo que estaba envuelto en tinieblas, y se oiría una voz que invitaría a todos los pueblos a dejar su idolatría y servir al Dios viviente. Si eran fieles a su responsabilidad, los israelitas llegarían a ser una potencia en el mundo. Dios sería su defensa y los elevaría sobre todas las otras naciones. Su luz y su verdad serían reveladas por medio de ellos, y se destacarían bajo su santa y sabia soberanía como un ejemplo de la superioridad de su culto sobre toda forma de idolatría
(Historia de los patriarcas y profetas, p. 324).
Por sus pecados fueron los israelitas separados de Dios; su fuerza les fué quitada y no pudieron ya prevalecer contra sus enemigos. Así fueron sometidos a las mismas naciones que ellos pudieron haber subyugado con la ayuda de Dios.
“Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto”, “y llevólos por el desierto, como un rebaño… Y enojáronlo con sus altos, y provocáronlo a celo con sus esculturas… Dejó por tanto el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres; y dio en cautividad su fortaleza, y su gloria en manos del enemigo”. Jueces 2:12; Salmo 78:52, 58, 60, 61.
No obstante, Dios no abandonó por completo a su pueblo. Siempre hubo un remanente que permanecía fiel a Jehová; y de vez en cuando el Señor suscitaba hombres fieles y valientes para que destruyeran la idolatría y libraran a los israelitas de sus enemigos. Pero cuando el libertador moría, y el pueblo quedaba libre de su autoridad, volvía gradualmente a sus ídolos. Y así esa historia de apostasía y castigo, de confesión y liberación, se repitió una y otra vez
(Historia de los patriarcas y profetas, pp. 587, 588).
La causa de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros planes y afectos. Se necesita presentar un mensaje directo concerniente a la complacencia del yo mientras la causa de Dios carece de recursos. Algunos están tan fríos y apartados que no comprenden que están fijando sus afectos sobre tesoros terrenales que pronto serán barridos para siempre. El amor al mundo los está trabando como un grueso vestido; y a menos que cambien su proceder, nunca sabrán cuán preciosa es la práctica de la abnegación por amor a Cristo. Todos nuestros ídolos, nuestro amor al mundo, deben ser expulsados del corazón…
Ojalá que se levantaran de su letargo espiritual y se familiarizaran con Dios. El mundo está cerrando sus ojos para que no vean a Aquel que es invisible. Son incapaces de discernir las cosas más preciosas que son de interés eterno, pero ven la verdad de Dios en una luz tan débil que llega a parecerles de poquísimo valor. La partícula más ínfima relacionada con sus intereses temporales asume proporciones gigantescas, mientras los asuntos concernientes a la eternidad escapan a su noticia (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 232, 233).
Viernes 8 de marzo
En los lugares celestiales, 14 de septiembre, “Jesús nuestro abogado”, p. 266;
El ministerio de curación, “La personalidad de Dios revelada en Cristo”, pp. 326, 327.