Lección 8 Para el 24 de febrero de 2024

Sabiduría para vivir con rectitud

Sabiduría para vivir con rectitud

Sábado 17 de febrero

Lee para el estudio de esta semana:
Salmos 119:1-16; 90; Juan 3:16; Salmos 95:7-11; 141; 128.

Para memorizar:
“Enséñanos a contar nuestros días de modo que nuestro corazón adquiera sabiduría” (Sal. 90:12).

Como hemos visto, la gracia de Dios ofrece el perdón de los pecados y crea un corazón nuevo en el pecador arrepentido, que ahora vive por la fe. La Palabra de Dios también brinda instrucciones para una vida justa (Sal. 119:9-16). Cumplir la Ley de Dios de ninguna manera es una observancia legalista de normas, sino vivir en una relación íntima con Dios, una vida llena de bendiciones (Sal. 119:1, 2; 128).

No obstante, la vida del justo no está exenta de tentaciones. A veces, el justo puede verse tentado por la naturaleza astuta del pecado (Sal. 141:2-4) e incluso caer en esa tentación. Dios permite tiempos de prueba para que la fidelidad (o la infidelidad) de sus hijos se revele claramente. Si los hijos de Dios prestan atención a la instrucción y la amonestación de Dios, su fe se purificará y su confianza en el Señor se fortalecerá. La sabiduría para vivir rectamente se adquiere mediante la dinámica de la vida en compañía de Dios en medio de las tentaciones y los desafíos. Por eso, la oración en ruego a Dios de que nos enseñe a contar nuestros días para que adquiramos un corazón sabio (Sal. 90:12) refleja un compromiso continuo de ser fieles al Señor.


Sábado 17 de febrero

Lección 8 - Sabiduría para vivir con rectitud

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90:12.

Nuestro tiempo pertenece a Dios. Cada momento es suyo, y nos hallamos bajo la más solemne obligación de aprovecharlo para su gloria. De ningún otro talento que él nos haya dado requerirá más estricta cuenta que de nuestro tiempo.

El valor del tiempo sobrepuja todo cómputo. Cristo considera precioso todo momento, y así es como hemos de considerarlo nosotros. La vida es demasiado corta para que se la disipe. No tenemos sino unos pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la eternidad… No tenemos tiempo para perder, ni tiempo para dedicar a los placeres egoístas, ni tiempo para entregarnos al pecado. Ahora hemos de formar caracteres para la vida futura e inmortal. Ahora hemos de prepararnos para el juicio investigador (La fe por la cual vivo, p. 160).
 

Creo que estamos en los límites del mundo eterno, y estoy intentando mantenerme en constante comunión con el Señor. Aprecio la vida eterna y nada me separará del amor de Dios. Deseo educar y adiestrar constantemente mi alma para que repose en Jesús, y para que obtenga fuerza espiritual de él. Dios quiere que tengamos un conocimiento experimental de Cristo; entonces seremos fieles testigos de Dios, y daremos testimonio, mediante nuestras palabras y acciones, de la gracia de Cristo…

Cuando pienso en la obra que Dios está haciendo por el hombre me lleno de admiración cuando veo que Dios toma a los pobres seres caídos para darles poder moral, de manera que se manifieste en ellos la obra interior de su gracia, para transformar el carácter y lograr que los hombres sean aptos para las mansiones que Dios está preparando para ellos, para comparecer delante de Dios, para ser compañeros con los ángeles y para tener comunión con Dios. ¡Oh, cuánto anhela mi corazón encontrarse entre los que caminarán con Jesucristo en la tierra nueva! (Cada día con Dios, p. 115).
 

Muchas veces la vida cristiana está rodeada de peligros, y el deber parece difícil de cumplir. La imaginación cree ver la ruina inminente si se avanza, y la servidumbre y la muerte si se vuelve atrás. Sin embargo, la voz de Dios dice claramente: Id adelante. Obedezcamos la orden, aun cuando nuestra vista no pueda penetrar las tinieblas. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán nunca ante un espíritu vacilante y dudoso. Aquellos que difieren la obediencia hasta que toda incertidumbre desaparezca, y no queden riesgos de fracaso ni derrota, no obedecerán nunca. La fe mira más allá de las dificultades, y echa mano de lo invisible, aun de la Omnipotencia, y por lo tanto, no puede resultar frustrada. La fe es como asir la mano de Cristo en toda emergencia…

Jesús no nos llama a seguirle para después abandonarnos. Si entregamos nuestra vida a su servicio, nunca podremos hallarnos en una posición para la cual Dios no haya hecho provisión. Cualquiera que sea nuestra situación, tenemos un Guía para dirigirnos en el camino (Obreros evangélicos, pp. 276, 277).

Domingo 18 de febrero

En mi corazón he guardado tus dichos

Lee Salmo 119:1 al 16 y 161 al 168. ¿Cómo debemos guardar los mandamientos de Dios, y cuáles son las bendiciones que recibimos al guardarlos?

* ¡Tus notas no se guardarán!

La Biblia describe una vida diaria de fe como un peregrinaje (“andar” o “caminar”) con Dios en su senda de justicia. Llevamos una vida de fe al andar “en la ley del Señor” (Sal. 119:1) y “a la luz de [s]u rostro” (Sal. 89:15). De ningún modo son dos caminos diferentes. Andar a la luz del rostro de Dios implica cumplir la Ley de Dios. Del mismo modo, caminar “en la ley del Señor” implica buscar a Dios con todo el corazón (Sal. 119:1, 2, 10).

Andar “por caminos perfectos” es otra forma en que los salmos describen la vida recta (Sal. 119:1). Conducirse “sin tacha” (DHH) describe un sacrificio “sin defecto”, que es aceptable a Dios (Éxo. 12:5). Del mismo modo, la vida del justo, que es un sacrificio vivo (Rom. 12:1), no debe estar manchada por el amor al pecado. Una vida dedicada a Dios es también un “camino perfecto”, lo que significa que la persona toma una dirección correcta en la vida, que agrada a Dios (Sal. 101:2, 6; ver también Sal. 18:32).

Guardar los mandamientos de Dios no tiene nada que ver con una observancia legalista de las normas divinas. Al contrario, consiste en un “buen entendimiento” de la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, y entre el bien y el mal (Sal. 111:10; ver también 1 Crón. 22:12), y abarca a toda la persona, no solamente las acciones externas. Ser “sin tacha”, guardar los mandamientos de Dios y buscar a Dios con todo el corazón son actitudes inseparables en la vida (Sal. 119:1, 2).

Los mandamientos de Dios son una revelación de la voluntad de Dios para el mundo. Nos instruyen sobre cómo llegar a ser sabios y a vivir en libertad y paz (Sal. 119:7-11, 133). El salmista se deleita en la Ley porque le asegura la fidelidad de Dios (Sal. 119:77, 174).

“Mucha paz gozan los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Sal. 119:165). La imagen del tropiezo representa el fracaso moral. Como la lámpara para los pies del salmista (Sal. 119:105), la Palabra de Dios nos protege de las tentaciones (Sal. 119:110).

¿De qué manera demostró Cristo el poder de la Palabra de Dios en su vida (Mat. 4:1-11)? ¿Qué nos dice esto acerca del poder que proviene de un corazón dispuesto a obedecer la Ley de Dios?


Domingo 18 de febrero

En mi corazón he guardado tus dichos

Bienaventurados los perfectos de camino; los que andan en la ley de Jehová. Salmo 119:1…

El pecador no puede hacer frente a las exigencias de Dios con sus propias fuerzas. Debe acudir en busca de ayuda al que pagó el rescate por él…

Cristo es nuestra esperanza. Los que confían en él son limpiados. La gracia de Cristo y el gobierno de Dios van juntos en perfecta armonía. Cuando Jesús se convirtió en el sustituto del hombre, la misericordia y la verdad se juntaron, y la justicia y la paz se besaron. La cruz del Calvario da testimonio de las elevadas exigencias de la ley de Dios.

La ley de los Diez Mandamientos no debe ser contemplada tanto desde el lado prohibitorio como desde el lado de la misericordia. Sus prohibiciones son una segura garantía de la felicidad en la obediencia. Cuando se la recibe en Cristo, obra en nosotros la pureza de carácter que nos proporcionará gozo a través de edades eternas. Para el obediente es una muralla de protección. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien revelándoles a los hombres los principios inmutables de justicia, procura escudarlos de los males que resultan de la transgresión (Nuestra elevada vocación, p. 139).
 

Podemos guardar la ley solo apropiándonos de la justicia de Cristo. Cristo dice: “Separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5. Cuando recibimos el don celestial, la justicia de Cristo, encontraremos que se ha provisto para nosotros la gracia de Cristo, y que los recursos humanos son impotentes. Jesús dio el Espíritu Santo en medida abundante para las grandes emergencias, para ayudarnos en nuestras debilidades, para darnos fuerte consolación, para iluminar nuestras mentes, y para purificar y ennoblecer nuestros corazones. Cristo llega a ser para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención.

Del principio al fin de la vida del cristiano no se puede dar un paso con éxito sin Cristo. Él envió su Espíritu para estar con nosotros constantemente, y si confiamos en Cristo hasta lo sumo, entregándole nuestra voluntad, podremos seguirlo por dondequiera que vaya (Reflejemos a Jesus, p. 95).
 

El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también vencer. Con la Palabra de Dios, Cristo rechazó las tentaciones de Satanás. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para obedecer sus mandamientos, y el tentador no obtuvo ventaja alguna. A cada tentación Cristo contestaba: “Escrito está”. A nosotros también nos ha dado Dios su Palabra para que resistamos al mal. Grandísimas y preciosas son las promesas recibidas, para que seamos “hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia”. 2 Pedro 1:4

Encareced al tentado a que no mire a las circunstancias, a su propia flaqueza, ni a la fuerza de la tentación, sino al poder de la Palabra de Dios, cuya fuerza es toda nuestra. “En mi corazón —dice el salmista— he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. “Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las vías del destructor”. Salmo 119:11; 17:4 (El ministerio de curación, p. 136).

Lunes 19 de febrero

Enséñanos a contar nuestros días

Lee Salmos 90; 102:11; y 103:14 al 16. ¿Cuál es el dilema humano?

La existencia humana caída no es más que vapor a la luz de la eternidad. Mil años a los ojos de Dios son “como una vigilia de la noche”, que dura tres o cuatro horas (Sal. 90:4). Comparada con el tiempo divino, una vida humana pasa volando (Sal. 90:10). Los más fuertes entre los seres humanos son análogos a las más débiles entre las plantas (Sal. 90:5, 6; 103:15, 16). Sin embargo, aun esa corta vida está llena de trabajo y dolor (Sal. 90:10). Incluso las personas seculares, que no creen en Dios, se lamentan de la brevedad de la vida, especialmente en contraste con la eternidad que saben que los amenaza con continuar sin ellos.

Salmo 90 sitúa el dilema humano en el contexto del cuidado de Dios por las personas como su Creador. El Señor ha sido la morada de su pueblo en todas las generaciones (Sal. 90:1, 2). La palabra hebrea maón (‘habitación’) describe al Señor como el refugio de su pueblo (Sal. 91:9).

Dios refrena su justa ira y vuelve a extender su gracia. El salmista exclama: “¿Quién conoce el poder de tu ira?” (Sal. 90:11), dando a entender que nadie ha experimentado nunca el pleno efecto de la ira de Dios contra el pecado, por lo que hay esperanza de que la gente se arrepienta y adquiera sabiduría para vivir rectamente.

En la Biblia, la sabiduría no se refiere únicamente a la inteligencia, sino también a la reverencia a Dios. La sabiduría que necesitamos es saber “contar nuestros días” (Sal. 90:12). Si podemos contar nuestros días, significa que nuestros días son limitados, y que sabemos que son limitados. Vivir con sabiduría significa tener conciencia de la fugacidad de la vida, lo que lleva a la fe y a la obediencia. Esta sabiduría solo se obtiene mediante el arrepentimiento (Sal. 90:8, 12) y los dones de Dios del perdón, la compasión y la misericordia (Sal. 90:13, 14).

Nuestro problema fundamental no proviene del hecho de que hayamos sido creados como seres humanos, sino del pecado y de lo que este ha provocado en nuestro mundo. Sus efectos devastadores se verifican en todas partes y en cada persona.

Con todo, gracias a Jesús se nos ha abierto un camino para salir de nuestro dilema humano (Juan 1:29; 3:14-21). De lo contrario, no tendríamos ninguna esperanza.

No importa lo rápido que pase nuestra vida, ¿qué promesa tenemos en Jesús? (Ver Juan 3:16). ¿Qué esperanza tendríamos sin él?


Lunes 19 de febrero

Enséñanos a contar nuestros días

Apenas los miembros de la familia humana han empezado a vivir, cuando comienzan a morir, y la labor incesante del mundo termina en la nada a menos que se obtenga un verdadero conocimiento respecto a la vida eterna. El hombre que aprecia el tiempo como su día de trabajo, se preparará para una mansión y una vida inmortales. Vale la pena que él haya nacido.

Se nos amonesta a redimir el tiempo. Pero el tiempo desperdiciado no puede recuperarse jamás. No podemos hacer retroceder ni un solo momento. La única manera en la cual podemos redimir nuestro tiempo es aprovechando lo más posible el que nos queda, colaborando con Dios en su gran plan de redención…

Cada momento está cargado de consecuencias eternas. Hemos de ser soldados de emergencia, listos para entrar en acción al instante de recibir el aviso. La oportunidad que se nos ofrece hoy de hablar a algún alma necesitada de la Palabra de vida, puede no volver jamás. Puede ser que Dios diga a esa persona: “Esta noche vuelven a pedir tu alma” (Lucas 12:20), y a causa de nuestra negligencia no se halle lista. En el gran día del juicio, ¿cómo rendiremos cuenta de ello a Dios? (El ministerio de curación, pp. 277, 278).
 

La obra de nuestra vida aquí debe consistir en prepararnos para la eternidad. No sabemos cuán pronto puede terminar la obra de nuestra vida, y cuán esencial es que nuestra naturaleza baja y pecaminosa sea vencida, y que recibamos la imagen de Cristo. No tenemos tiempo que perder. Necesitamos prepararnos cada día para la eternidad. Se nos concede tiempo en esta vida para buscar la dádiva de la vida eterna. Dios nos ha concedido un tiempo de prueba, y si vivimos nuestros setenta años, ¡cuán corto es este período para obrar nuestra salvación! Comparemos entonces este lapso con la vida que se equipara con la de Dios. Nuestro corto tiempo de prueba puede terminar en cualquier momento. Entonces, cuán fervientes deberíamos ser a fin de asegurarnos un título indiscutible para un hogar en la tierra nueva…

Mi inquietud consiste en hacer la obra que el Maestro me ha confiado y que nada me aparte de ella… Debemos tratar de ser uno con Dios. Su interés debe ser el nuestro, como asimismo sus sentimientos y sus designios. Conocemos el amor de Dios por los pecadores y el infinito sacrificio que se ha hecho para salvar a las almas que perecen; entonces, unámonos con Cristo en esta gran obra (Cada día con Dios, p. 115).
 

Cristo no abandonará al alma por la cual murió. Ella puede dejarlo a él y ser vencida por la tentación; pero nunca puede apartarse Cristo de uno a quien compró con su propia vida…

Vivamos en contacto con el Cristo vivo, y él nos asirá firmemente con una mano que nos guardará para siempre. Creamos en el amor con que Dios nos ama, y estaremos seguros; este amor es una fortaleza inexpugnable contra todos los engaños y ataques de Satanás. “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”. Proverbios 18:10 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 100, 101).

Martes 20 de febrero

La prueba del Señor

Lee Salmos 81:7 y 8; 95:7 al 11; y 105:17 al 22. ¿Qué implica la prueba divina en estos textos?

Meriba es el lugar donde Israel puso a prueba a Dios cuando desafió su fidelidad y su poder para satisfacer sus necesidades (Éxo. 17:1-7; Sal. 95:8, 9). Salmo 81 invierte de manera interesante el mismo acontecimiento, interpretándolo como el momento en que Dios puso a prueba a Israel (Sal. 81:7). Y, por su desobediencia y falta de confianza (Sal. 81:11), el pueblo fracasó en la prueba de Dios.

La referencia a Meriba transmite un doble mensaje. En primer lugar, el pueblo de Dios no debe repetir los errores de las generaciones pasadas. Al contrario, debe confiar en Dios y seguir su camino (Sal. 81:13). En segundo lugar, aunque el pueblo fracasó en la prueba, Dios acudió en su rescate cuando estaba en apuros (Sal. 81:7). La gracia salvadora de Dios en el pasado ofrece garantías acerca de la gracia de Dios a las nuevas generaciones.

El Salmo 105 muestra que las dificultades fueron el medio de Dios para poner a prueba la confianza de José en la Palabra de Dios acerca de su futuro (Gén. 37:5- 10; Sal. 105:19). La palabra hebrea tsaraf (‘probó’), en el versículo 19, transmite el sentido de “purgar”, “refinar” o “purificar”. Así, el objetivo de la prueba de Dios sobre la fe de José era eliminar cualquier duda en la promesa de Dios y fortalecer la confianza de José en la conducción de Dios.

El objetivo de la disciplina divina es fortalecer a los hijos de Dios y prepararlos para el cumplimiento de la promesa, como muestra el ejemplo de José (Sal. 105:20-22).

Sin embargo, el rechazo de la instrucción de Dios trae como resultado una terquedad cada vez mayor y el endurecimiento del corazón de una persona obstinada.

“Dios requiere pronta e implícita obediencia a su Ley; pero los hombres están dormidos o paralizados por los engaños de Satanás, quien les sugiere excusas y subterfugios, y vence sus escrúpulos diciendo, como dijo a Eva en el huerto: ‘No moriréis’ (Gén. 3:4). La desobediencia no solo endurece el corazón y la conciencia del culpable, sino también tiende a corromper la fe de los demás. Lo que les parecía muy malo al principio pierde gradualmente esta apariencia al estar constantemente delante de sus ojos, hasta que finalmente dudan de que sea realmente un pecado, e inconscientemente caen en el mismo error” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 146).

¿Cuál ha sido tu experiencia con la manera en que el pecado endurece el corazón? ¿Por qué debería ese pensamiento llevarnos a la Cruz, donde podemos encontrar el poder para obedecer?


Martes 20 de febrero

La prueba del Señor

Espaciarse en la belleza, la bondad, la misericordia y el amor de Jesús fortalece las facultades mentales y morales; y entre tanto que la mente se ejercita para hacer las obras de Cristo, para llegar a ser hijos obedientes, habitualmente preguntaréis: ¿Es este el camino del Señor? ¿Se agradará Jesús con que yo haga esto? Este proceder ¿será para agradarme a mí mismo o para agradar a Jesús?

Entonces cada alma recordará las palabras del Señor: “Pusiste … nuestros yerros a la luz de tu rostro”. Muchos necesitan efectuar un cambio radical en la tendencia de sus pensamientos y acciones, si desean agradar a Jesús. Nuestros pecados rara vez nos parecen tan terribles como lo son a la vista de Dios. Muchos se han habituado a seguir una senda de pecado, y sus corazones se endurecen bajo la influencia del poder de Satanás. Sus pensamientos son cautivados por la mala influencia de este. Pero cuando con la fortaleza y gracia de Dios se oponen con la voluntad a las tentaciones de Satanás, se aclara su mente; el corazón y la conciencia, al ser influidos por el Espíritu de Dios, se hacen sensibles, y entonces el pecado aparece tal como es excesivamente pecaminoso. Entonces es cuando realmente ven y comprenden los pecados secretos. Confiesan sus pecados a Dios, se arrepienten de ellos y se avergüenzan del pecado … Él los quita de “la luz de [su] rostro” y los pone a sus espaldas (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1168).
 

Cuando [a José] se lo tentó para que se desviara de la senda recta, para que violara la ley de Dios y traicionara a su amo, resistió firmemente y dio evidencias del poder elevador del temor de Dios en la respuesta que dio a la esposa de su señor…

Aquí tenemos un ejemplo para todas las generaciones de creyentes que habrían de vivir sobre la tierra. Aunque estén expuestos a la tentación debieran saber que hay una defensa al alcance de la mano, y que si finalmente no reciben protección será por su propia culpa. Dios será un pronto auxilio y su Espíritu será un escudo. Aunque estén rodeados de las más terribles tentaciones hay una fuente de fortaleza a la cual pueden recurrir para resistirlas…

José sufrió entonces porque no quiso claudicar. Había puesto su reputación y sus intereses en las manos de Dios. Y aunque se permitió que fuera afligido por cierto tiempo, para prepararlo con el fin de que ocupara un puesto importante, el Señor protegió esa reputación que había sido ensombrecida por una malvada acusadora, y más tarde, a su debido tiempo, permitió que aquélla resplandeciera. Dios usó incluso de la prisión como un camino que lo conduciría a su elevación. La virtud proporcionará a su debido tiempo su propia recompensa. El escudo que protegía el corazón de este joven era el temor de Dios, que lo indujo a ser fiel y justo con su amo, y leal a su Señor (La historia de la redención, pp. 103-105).

Miércoles 21 de febrero

El engaño del mal camino

Lee Salmo 141. ¿Por qué ora el salmista?

Salmo 141 es una oración para pedir protección contra las tentaciones internas y externas. El salmista no solamente se ve amenazado por los planes de los malhechores (Sal. 141:9, 10), sino también se siente tentado a actuar como ellos. El primer punto débil es el dominio propio al hablar, y el salmista ruega que el Señor vigile la puerta de sus labios (Sal. 141:3). Esta imagen alude a la vigilancia de las puertas que, en tiempos bíblicos, protegían la ciudad.

La tentación consiste también en saber si el hijo de Dios cederá al consejo de los justos o se dejará seducir por los manjares de los impíos (Sal. 141:4, 5). El salmista describe su corazón como la principal amenaza, porque allí se libra la verdadera batalla. Únicamente la oración incesante de total confianza y devoción a Dios puede salvar al hijo de Dios de la tentación (Sal. 141:2).

Lee Salmo 1:1; y 141:4. ¿Cómo se describe aquí el carácter progresivo y astuto de la tentación?

Salmo 141:4 describe la naturaleza progresiva de la tentación. Primeramente el corazón se inclina hacia el mal. En segundo lugar, practica el mal (el significado en hebreo subraya el carácter repetitivo de la acción). En tercer lugar, el corazón come de los manjares de los malvados; es decir, acepta sus malas prácticas como algo deseable.

Del mismo modo, en Salmo 1:1, la tentación viene a impedir que el hijo de Dios transite por las sendas del Señor, y lo hace andar en el consejo de los malos, detenerse en el camino de los pecadores y, finalmente, sentarse con los burladores. Malos, pecadores y burladores: no debemos ser como ellos ni dejar que nos alejen del Señor.

Los salmos describen el carácter progresivo, seductor y astuto de la tentación, lo que pone de relieve el hecho de que solamente la dependencia total del Señor puede garantizar la victoria. Los salmos subrayan la importancia de las palabras que pronunciamos y escuchamos en medio de la tentación. El final tanto de los impíos como de los justos debería enseñar al pueblo a buscar la sabiduría de Dios (Sal. 1:4-6; 141:8-10). Sin embargo, en ambos salmos, la vindicación final de los hijos de Dios continúa en el futuro. Esto significa que los creyentes son llamados a confiar pacientemente en Dios y a esperar en él.


Miércoles 21 de febrero

El engaño del mal camino

Los ángeles están dedicados noche y día en el servicio de Dios para elevación del hombre de acuerdo con el plan de salvación. Se requiere del hombre que ame a Dios supremamente; es decir, con toda su fuerza, mente y corazón, y a su prójimo como a sí mismo. Esto no lo puede hacer a menos que se niegue a sí mismo. Dijo Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24 …

Escudriñemos cuidadosamente y veamos si la verdad que hemos aceptado ha llegado a ser un firme principio para nosotros. ¿Llevamos a Cristo con nosotros cuando salimos de la cámara de oración? ¿Está nuestra religión de guardia a la puerta de nuestros labios? ¿Se siente nuestro corazón atraído con simpatía y amor por los demás fuera de los de nuestra propia familia? ¿Estamos tratando diligentemente de obtener una comprensión más clara de la verdad bíblica para que podamos dejar resplandecer nuestra luz en los demás? ¿Podemos contestar estas preguntas en nuestras propias almas? Sea nuestra conversación sazonada con gracia y revele nuestra conducta elevación cristiana (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 512, 513).
 

Hay quienes siempre presentan excusas por andar de acuerdo con los consejos del enemigo. Hay quienes piensan que porque padecen una debilidad física, tienen el privilegio de pronunciar palabras mezquinas y actuar de manera antipática. Pero, ¿acaso no ha hecho provisión Jesús para que los tales venzan la tentación? ¿Han de ser desagradecidos e impíos por causa de las pruebas y las aflicciones? ¿No son acaso los rayos de la justicia de Cristo lo suficientemente luminosos como para disipar las sombras de Satanás?

Se afirma que la gracia de Dios es suficiente para contrarrestar todos los males y las pruebas contra los cuales tienen que luchar los seres humanos… .

¡Oh, cuán precioso es Jesús para el alma que confía en el! Pero muchos andan en tinieblas porque sepultan su fe en las sombras de Satanás. No han hecho lo que podían hacer por medio de la gracia de Jesús. No hablan acerca de la fe, la esperanza y el valor. Jamás deberíamos permitirle a Satanás que crea que su poder para perturbar y molestar es mayor que el poder de Cristo para sostener y fortalecer (Cada día con Dios, p. 175).
 

Dios manda que llenemos la mente con pensamientos grandes y puros. Desea que meditemos en su amor y misericordia, que estudiemos su obra maravillosa en el gran plan de la redención. Entonces podremos comprender la verdad con claridad cada vez mayor, nuestro deseo de pureza de corazón y claridad de pensamiento será más elevado y más santo. El alma que mora en la atmósfera pura de los pensamientos santos, será transformada por la comunión con Dios por medio del estudio de las Escrituras…

La vida espiritual se fortalece con el conflicto. Las pruebas, cuando se las sobrelleva bien, desarrollan la firmeza de carácter y las preciosas gracias espirituales. El fruto perfecto de la fe, la mansedumbre y el amor, a menudo maduran mejor entre las nubes tormentosas y la oscuridad (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 39-41).

Jueves 22 de febrero

Bendiciones de una vida recta

Lee Salmos 1:1 al 3; 112:1 al 9; y 128. ¿Qué bendiciones se prometen para los que veneran al Señor?

De las muchas bendiciones prometidas a quienes honran al Señor, la paz es quizás una de las mayores. Salmo 1 describe a los justos mediante el símil de un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da sus frutos a su tiempo y cuya hoja no se marchita (Sal. 1:3; Jer. 17:7, 8; Eze. 47:12). Este símil identifica la fuente de todas las bendiciones: a saber, permanecer ante la presencia de Dios en su Santuario y disfrutar de una relación amorosa e ininterrumpida con el Señor. A diferencia de los impíos, descritos como paja, sin estabilidad, lugar ni futuro, los justos son como un árbol fructífero con raíces, un lugar cerca de Dios y la vida eterna.

Salmo 128:2 y 3 evoca las bendiciones del Reino mesiánico, donde sentarse bajo las propias vid e higuera es símbolo de paz y prosperidad (Miq. 4:4). La bendición de la paz sobre Jerusalén (Sal. 122:6-8; 128:5, 6) transmite esperanza en el Mesías, quien acabará con el mal y restaurará la paz en el mundo.

“En la Biblia se llama a la herencia de los bienaventurados ‘una patria’ (Heb. 11:14-16). Allí el Pastor divino conduce a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para utilidad de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí, las vastas planicies alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 654).

El Nuevo Testamento coloca el cumplimiento de esa esperanza en el segundo advenimiento de Cristo y la creación del nuevo mundo (Mat. 26:29; Apoc. 21). Por lo tanto, aunque los justos reciben muchas bendiciones en esta vida, les aguarda la plenitud del favor de Dios cuando el Reino de Dios sea plenamente restaurado en el tiempo del fin.

¿Por qué la Cruz, y lo que allí sucedió, es la garantía de las promesas que se encuentran en el Nuevo Testamento con respecto a lo que Dios tiene reservado para nosotros? ¿Cómo podemos consolarnos con esas promesas incluso ahora?


Jueves 22 de febrero

Bendiciones de una vida recta

Cristo se ha comprometido a ser nuestro sustituto y seguridad, y no rechaza a nadie. Hay un fondo inagotable de obediencia perfecta que surge de su obediencia. En el cielo sus méritos, abnegación y sacrificio propio, se atesoran como incienso que se ofrece juntamente con las oraciones de su pueblo. Cuando las sinceras y humildes oraciones de los pecadores ascienden al trono de Dios, Cristo mezcla con ellas los méritos de su propia vida de perfecta obediencia. Nuestras oraciones resultan fragantes gracias a este incienso. Cristo se ha comprometido a interceder en nuestro favor, y el Padre siempre oye al Hijo.

Este es el misterio de la piedad. Que Cristo haya tomado la naturaleza humana, y que por una vida de humillación eleve al hombre en la escala del valor moral junto a Dios; que pueda llevar la naturaleza que adoptó junto al trono de Dios, y que allí presente a sus hijos al Padre, confiriéndoles un honor que excede al que les ha otorgado a los ángeles, es la maravilla del universo celestial, el misterio que los ángeles desean contemplar. Este es el amor que quebranta el corazón del pecador (Hijos e hijas de Dios, p. 24).
 

Como la rama depende del tronco principal para su crecimiento y fructificación, así también vosotros necesitáis el auxilio de Cristo para poder vivir una vida santa. Fuera de él no tenéis vida. No hay poder en vosotros para resistir la tentación o para crecer en la gracia o en la santidad. Morando en El, podéis florecer. Recibiendo vuestra vida de él, no os marchitaréis ni seréis estériles. Seréis como el árbol plantado junto a arroyos de aguas.

Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra solos. Confiaron en Cristo para obtener el perdón de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas todo esfuerzo tal fracasará. El Señor Jesús dice: “Porque separados de mí nada podéis hacer”. Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Solo estando en comunión con él diariamente y permaneciendo en Él cada hora es como hemos de crecer en la gracia. Él no es solamente el autor de nuestra fe sino también su consumador. Ocupa el primer lugar, el último y todo otro lugar. Estará con nosotros, no solo al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del camino. David dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque estando él a mi diestra, no resbalaré”. Salmo 16:8 (El camino a Cristo, p. 69).
 

Dios desea que el hombre sea feliz, y por esto le dio los preceptos de su ley, para que al obedecerlos pueda tener gozo en el hogar y fuera de él. Mientras conserve su integridad moral, sea fiel a los principios y controle todos sus poderes no puede ser desdichado. Con sus zarcillos aferrados a Dios, el corazón estará lleno de paz y gozo, y el alma florecerá en medio de la incredulidad y la depravación (Reflejemos a Jesús, p. 297).

Viernes 23 de febrero

Para estudiar y meditar: En estos tiempos modernos, obtener sabiduría parece no ser tan deseable como alcanzar la felicidad. La gente prefiere más ser feliz que sabia. Sin embargo, ¿podemos ser verdaderamente felices y vivir una vida plena sin la sabiduría divina? Los salmos afirman claramente que no. Lo bueno es que no se nos pide que elijamos entre la sabiduría y la felicidad; la sabiduría divina trae la verdadera felicidad.

Un simple ejemplo de la lengua hebrea puede ilustrar este argumento. En hebreo, la palabra “paso” en plural (ashuré) suena muy parecida a la palabra “felicidad” (ashré). Aunque en las traducciones al español pasamos por alto esta asociación, transmite un poderoso mensaje: Los “pasos” que siguen el camino de Dios conducen a una vida “feliz” (Sal. 1:1; 17:5; 37:31; 44:18; 89:15; Sal. 119:1).

En la Biblia, ni la sabiduría ni la felicidad son un concepto abstracto, sino una experiencia real. Se encuentran en la relación con Dios, que consiste en reverenciar, alabar, encontrar fortaleza y confiar en Dios. Salmo 25:14 dice que “el Señor da su secreto a quienes lo honran, a ellos les da a conocer su pacto”.

“Gracias a Dios por el magnífico panorama que nos ofrece. Reunamos las benditas promesas de su amor, para tenerlas siempre en mente: El Hijo de Dios, que deja el trono de su Padre y reviste su divinidad con la humanidad para poder rescatarnos del poder de Satanás. Su triunfo en nuestro favor, que abre el cielo a los seres humanos y revela a su vista la morada donde la Divinidad descubre su gloria. La humanidad caída, levantada de lo profundo de la ruina en que el pecado la había hundido, colocada de nuevo en relación con el Dios infinito, revestida de la justicia de Cristo y exaltada hasta su trono después de sufrir la prueba divina por la fe en nuestro Redentor. Todo esto es en lo que Dios quiere que nos fijemos. (Elena de White, El camino a Cristo, pp. 175-176).

Preguntas para dialogar:

  1. ¿Cómo puede la Palabra de Dios convertirse en la fuente de nuestro deleite en vez de ser una mera instrucción? ¿Qué relación hay entre alimentarse de la Palabra de Dios y permanecer en Jesucristo, la Palabra (Juan 1:1; 15:5, 7)?

  2. ¿Qué sucede cuando la gente rechaza consciente y constantemente la enseñanza de Dios (Sal. 81; 95)? ¿Por qué crees que sucede eso?

  3. ¿Por qué en ocasiones el camino de los impíos puede parecer más deseable que el consejo de los justos (Sal. 141)? Es decir, ¿cómo afrontamos el hecho aparente de que muchas veces a los malos parece irles muy bien?


Viernes 23 de febrero

Para estudiar y meditar

La maravillosa gracia de Dios, 29 de mayo, “El eterno compromiso de Dios”, p. 157;

Cada día con Dios, 30 de mayo, “Punto de vista”, p. 157.